
Siempre he pensado que si Doc me invitara a dar un garbeo por el futuro a bordo de su Delorean, me traería de vuelta a casa ese viejo almanaque con los resultados deportivos de nuestra época actual. Antes de que todas las casas de apuestas, y mira que hay unas cuantas, me dieran con la puerta en las narices, habría tenido tiempo de amasar una buena fortuna y convertirme, así, en máximo accionista del Mallorca. Más de un fichaje mediático hubiera caído a golpe de talonario, nuestra cantera sería la envidia de toda Europa y contaríamos, esta vez sí, con la mejor red de scouting del mundo mundial y parte del extranjero. Imagino que, no por mi sapiencia futbolística sino por el grosor de los fajos de billetes puestos en circulación, el Mallorca no habría bajado a la B, puede que ni siquiera a Segunda División.
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