Mallorca 1 – 1 Extremadura

Ni siquiera los primeros 45 minutos frente al Extremadura. Y eso que a mí, como a todos, lo que me gusta es ver goles y alguna que otra jugada bonita. Todo bien salpimentado de polémica, si puede ser. Resuelta, puestos a pedir, siempre a nuestro favor. Pero poco de eso hubo en la primera parte del partido del domingo y, a pesar de todo, estuve entretenido.

Sin ser uno de esos bichos raros, sabelototodos del fútbol y amantes de los partidos tácticos, aproveché el primer acto del encuentro para fijarme en uno de los jugadores en los que menos suelo hacerlo: Marc Pedraza. Es un auténtico espectáculo, os lo aseguro. No para quieto, ni un solo segundo. Incluso cuando protesta, lo hace corriendo: a lo Ballack. Se incrusta entre los centrales cuando ataca el adversario; se ofrece cuando el Mallorca saca el balón. Está claro. A veces le falta algo de clarividencia, pero es que sólo hay uno que sea guapo, rico y buen jugador. Para el resto de los mortales todo no puede ser. Pero al 6 eso le da igual. Él sube a rematar y luego hasta le da tiempo a despejar de cabeza el saque del portero rival. Diríase que Pedraza disfruta trabajando. Qué cosas. No acapara los focos que a veces sí cazan los defensas al cortar ese último balón. No, porque él corta el penúltimo. Ése que no se ve. Ése que no es tan espectacular, pero resulta igual de efectivo.

No circulaba el balón por las bandas. Salva Sevilla lo intentaba. Era un día para intentar filtrar ese balón entre los defensas. Pero no había manera, oye. Una y otra vez. Nada. Y vuelta a empezar. Y el Extremadura mientras tanto, caramba, intentando marcar un gol. Qué grande es Enric Gallego, eh? Menudo armario. Y ese zurdazo lamiendo el poste izquierdo de la portería de Reina. Y a pesar de todo, el Mallorca trabajaba. A lo Marc Pedraza. Aparentemente sin brillo, sin resultados, pero el equipo rival se marchaba al descanso con tres tarjetas amarillas en el zurrón.

Y luego salió Stoichkov. El tío es bueno. Y creo que él algo intuye. Habrá que ver cómo se salda la disputa entre su anarquía y la rectitud de Vicente Moreno. Confío, por el bien de todos, que lleguen a un acuerdo. El punto medio suele funcionar bastante bien. A partir de ahí, a disfrutar de nuevos pases como el que le dio a Salva Ruiz, preludio del gol bermellón. Fantástico.

Con el resultado a favor y en superioridad numérica (fruto de una de las tarjetas provocadas con el trabajo de la primera parte), el Mallorca sufrió una crisis nerviosa tan devastadora como, esperemos que así sea, transitoria. La lección le costó dos puntos. Una inversión asumible si sirve para que no se vuelva a repetir. Y es que el tiempo, bien aprovechado, nunca es perdido.