Granada 1 – 0 Mallorca

Bermellón. Ni atenta contra la memoria histórica, ni entra en discordia con lo políticamente correcto. Entonces, haciendo mías las palabras de Mourinho, ¿por qué? Yo me pregunto por qué. ¿A qué se debe esta marginación sistemática de un término que nos define, que nos identifica? ¿Por qué esta nueva moda de calificar al Mallorca como rojillo? No, señores. Bermellón. Rojillo es Osasuna y juega en Pamplona.

Puede que sea una cuestión menor. Quizá, no lo sé. Pero estoy harto de toparme con esta palabreja que, día sí y día también, se nos intenta colar en la prensa escrita para referirse al conjunto barralet. ¿Qué necesidad hay? A nadie se le pasa por la cabeza hablar de conjunto pepinero cuando se hace referencia al Murcia, ni de equipo pimentonero al hablar del Leganés. Puestos a crear nuevas tendencias, luchando por implementar un lenguaje más inclusivo, dispongámonos a calificarlos como conjuntos hortaliza.

No es fácil. Escribir una crónica, un artículo. Caer en la repetición de una misma palabra es uno de los mayores miedos del periodista. Pero, caramba, es que hay mil fórmulas válidas para referirse a los de Son Moix y rojillo no es una de ellas. El conjunto balear, los hombres de Vicente Moreno, el mejor equipo del mundo, los locales o los visitantes (según sea el caso), los mallorquinistas…

Es una collocation, que dirían los ingleses, casi casi como una marca registrada. Equipo bermellón. No acepta debates, no genera dudas. Nos hace únicos. Es un tema que, como ya habréis podido intuir, me enerva, me crispa, me irrita… mucho más, que una derrota como la sufrida el pasado domingo ante el Granada.

Porque el balón se comporta como un tirano caprichoso sobre el césped. Porque por muy bien que hayas jugado, por todos los méritos que hayas hecho, será su arbitraria voluntad la que decidirá el resultado final del encuentro. Por eso no estoy preocupado, aunque sí cabreado. Porque jugar como lo hizo el Mallorca no garantiza los tres puntos, pero es requisito indispensable para arrimar el ascua a la sardina. Es la receta del éxito a largo plazo.

Es todo lo contrario a escribir rojillo para referirse al Mallorca. No, no y no. La elección de la palabreja exige un acto de la voluntad por parte del periodista. Única y exclusivamente. Aquí no cabe la excusa de la pelotita. Escoger rojillo para hablar del Mallorca es salir derrotado al terreno de juego. Es como, y que Dios me perdone, jugar con Juan Domínguez en el centro del campo.