Mallorca 1 – 0 Cádiz
Ya no lo recuerdo. No sé si fue antes o después de la parada de Reina en el 78. Pero fue ahí, justo ahí, donde Aridai ganó el partido. El importante. El del aficionado. El que perdura en el recuerdo. Aridai, simplemente, corrió. El canario corrió sin explicación lógica, sin razón alguna. Sprint desbocado a por un balón imposible. La fe haciendo estallar en mil pedazos cualquier límite espacio-temporal conocido. La grada rugiendo, en pie, ante la incredulidad del portero y el defensa visitante. Una carrera igual de emotiva, o más, creedme, que un gol de Álex López en el 90’.
El Mallorca cometió fallos durante los primeros 45 minutos. Algunos forzados, otros no. Puede que tantos, o más, que aquel equipo que nos descendió hace dos años a la categoría de bronce del fútbol nacional. El error sitúa a las dos plantillas en el mismo plano, pero la reacción de la actual pone en evidencia a la anterior, la avergüenza y la destierra por siempre jamás del imaginario colectivo bermellón.
El Mallorca jugó como corrió Aridai a por ese balón: a corazón abierto. Y, aunque eso puede ser un riesgo, nunca es un error. De hecho, puede que fuera la única manera de doblegar a un Cádiz, rival de categoría, que dio aún más lustre al juego practicado. Porque, aunque a veces se nos olvide, siempre hay un rival. Un rival que, además, suele tener la molesta costumbre de salir también a por los tres puntos. El Cádiz jugó bien, provocando innumerables pérdidas de balón en la salida del Mallorca, estrellando un balón en la madera y llegando al descanso con todas sus opciones de victoria intactas.
Salva Sevilla se descanó en la reanudación, cogió la batuta y marcó el ritmo. El 8 baila sobre el balón, la Segunda le sienta bien. Se atreve con ese pase. Una vez. Y otra. Sabe que siempre habrá una segunda oportunidad. Insiste. Como Abdón con sus desmarques. ¡Qué pesado es! Casi como Fran Gámez y Salva Ruiz. ¿Es que no se cansan nunca estos dos? Cansado parece Carlos Castro, con ese correr con las manos muertas. A lo Julio Salinas. Desgarbado. Mezcla de calidad y tozudez. Buen partido el suyo, más participativo que de costumbre.
Y así, en una brillante segunda mitad, más allá de la victoria, llegó el mejor partido del Mallorca en mucho tiempo. Un juego y una actitud que son garantía mucho más fiable que la clasificación actual, baile de luces intermitente. El resultado acompañará o no, pero desde luego el Mallorca ha tomado el camino correcto hacia los tres puntos, hacia el éxito de una temporada que se presenta apasionante.
* Artículo publicado en Fútbol desde Mallorca el 8 de Septiembre de 2018.