Nacho Mallo

Tengo la sensación y también la esperanza, quizás se entremezclen, de que el partido en Miranda puede marcar un antes y un después en la historia próxima del Mallorca. La primera razón es por la comunión renacida entre la afición y el equipo, el club, que estaba un tanto deteriorada últimamente y que es algo mucho más importante de lo que parece. También por la rotura de la dinámica perdedora en la que llevábamos inmersos muchas, demasiadas temporadas. Alguien me puede decir que no tiene nada que ver únicamente con el partido en Anduva, pero de nada hubiese servido ser campeones de toda la temporada regular, incluso el 3-1 de la ida, si no se hubiese culminado con el ascenso. La sensación sería de derrota y no habríamos conseguido darle la vuelta a la tortilla. Por último,  también es importante el hecho de que el señor Maheta ha ido cogiendo experiencia y ahora es mejor dirigente que cuando llegó. Todo el mundo, o casi todo el mundo, necesita una fase de aprendizaje.

Ahora es momento de celebrar el único objetivo que calma la sed de una afición que llevaba muchas temporadas sin mojarse en las tortugas. Digo alto y claro lo del único objetivo, porque en unas declaraciones que escuché, el señor Maheta decía que nadie daba un duro por este equipo el pasado 1 de julio. Si había algún favorito claro y obligado al regreso de los 80 participantes de la Segunda B, ese era el RCD Mallorca. No solo por ser uno de los cuatro descendidos, sino por su historia, su presupuesto y su estabilidad. Pocos equipos están, ahora mismo, tan tranquilos en lo que refiere a sus finanzas. El ascenso era obligado.

El partido definitivo fue más emocionante que vistoso, algo normal, y estuvo claramente marcado por el resultado de la ida. El Mirandés quería, pero es bastante inferior en casi todos los aspectos al Mallorca. Nosotros, a tenor de la diferencia, no hemos arriesgado, pero tampoco nos hemos encerrado atrás. Realmente no pasamos muchísimos apuros, solo entre el minuto 55 y 70 he visto a un Mirandés resuelto a arriesgar e intentar hacer un gol que les inyectase algo de oxígeno. Afortunadamente, no fue así, y la sensación de peligro fue menguando. El miedo a encajar un gol en cualquier jugada desafortunada siempre estuvo ahí, pero los de Vicente Moreno no pasaron demasiados apuros reales.

El míster repitió alineación, sin optar por un plan algo más defensivo. El entrenador ha demostrado tener las ideas claras y confiar en su plan inicial, sobre todo, a final de temporada. Así que muchísimas felicidades y enhorabuena a los profesionales. Han cumplido el objetivo y eso es de reconocer. Aunque favoritos, siempre es difícil convertir ese favoritismo en realidad; conlleva mucho trabajo, muchas responsabilidad y la  implicación de mucha gente. También, por supuesto, felicitar a todos los mallorquinistas que, como he dicho antes, llevaban mucho tiempo sin poder celebrar algo y que han estado en gran número al lado de este Mallorca, incluso en el “subinfierno” de Segunda B. Mi reconocimiento a los que se han volcado en el apoyo a un equipo que, hasta ahora, era perdedor.

Disfrútenlo.

Nacho Mallo ( @NACHOMALLO )

Nacido el 20 de febrero de 1960, el guardameta gallego defendió la portería bermellona durante seis temporadas, desde la 82/83 hasta la 87/88.

En ese tiempo disputó 102 encuentros, tanto en Primera como en Segunda División, peleando siempre por la titularidad con grandes porteros como Zubeldia o Ezaki Badou. Tal y como recoge Xesc Ramis en su Diccionario de jugadores del Real Club Deportivo Mallorca (Editorial Siníndice, 2017), «era un portero con muy buenas manos, agilidad asombrosa y mucha tranquilidad en los momentos de más presión».

Actualmente es tertuliano en el programa Ser Deportivos Baleares, dirigido y presentado por Pedro Morlà.