Lo importante es participar. O eso dicen. Eso es, al menos, lo que les diré a mis hijos mientras sigan haciéndome caso. Pero eso es algo de lo que no empiezo a estar tan seguro. Lo de que basta con participar, digo. Porque seamos sinceros, ¡cómo mola no perder! Y ganar, ya ni te digo. Porque el empate…, pues eso, que ni fu ni fa. Que si antes de empezar ya sé que no voy a pasar del empate, pues que ya me quedo en casa. Yo, lo que quiero, es ganar. Siempre. O, en su defecto, participar con la ilusión de ganar.
El partido era lo de menos. El Ciutat de Palma es otra cosa. Es la oportunidad para que muchos niños acudan al campo por primera vez. Es una fecha marcada en rojo. Agosto, pantalón corto y olor a hierba. Es un estado que raya la perfección, un deseo hecho realidad. Es como pasar la vida entera como estudiante el día de la primavera. Vestidos con su camiseta del Mallorca, impresionados por la inmensidad de un campo de fútbol. A cada peldaño, su orgullo se va haciendo más y más fuerte. La cara se queda pequeña para tanta sonrisa y el corazón, acelerado, está a punto de salirse por las costuras del escudo. Sin darse cuenta, su mano aprieta cada vez más y más fuerte la de su padre. Están en Son Moix y juega el Mallorca.
Me perdonarán, pero es una auténtica pasada. ¡Están haciendo un plan con los mayores! No pierden detalle y celebran el gol de Lago como si de un ascenso se tratara. Que se quiten el caviar, el foie y la langosta. No hay manjar que se asemeje a ese perrito del descanso. Los cambios se suceden y preguntan. “¿Quién es el 24? ¿Y el 18?”. Ya no te digo nada cuando acaba el partido y se enteran de que nos vamos a la tanda de penaltis. No hay nada mejor para un niño que una tanda de penaltis. Mola que te cagas. La emoción está a flor de piel y, además, ¡nos vamos a ir a dormir incluso más tarde de lo que ya estaba previsto!
Los niños no entienden de amistosos. Van con los bermellones. Y siempre quieren ganar. Como nosotros. Como Son Moix entero. No jugamos más que contra un filial, decimos. Estamos en Segunda B. Pero un grito de alegría se nos escapa y apretamos el puño cuando Reina para el penalti definitivo. Estaba allí. No me lo han contado. La grada celebró esa parada, y no había sólo niños en tribuna cubierta.
Lo bueno está por llegar. Siempre. Y la ilusión por ganar se mantiene intacta.