Periodista, padre, pero primero y sobre todo, orellut. “Siempre digo que mis hijos elegirán cuando sean mayores. Elegirán si se compran la primera o la segunda equipación del Castellón”. Niño-pirata, Enrique Ballester (@eballester) se apoya en su garfio para escribir desde el corazón sobre su Castellón en el periódico Levante – El Mercantil de Valencia. Nacido en 1983 en la ciudad del Nuevo Castalia, es autor de Infrafútbol (Editorial Libros del K. O., 2014), y cronista de excepción de la caída a los infiernos de un histórico como el club de la Plana.

Casi al mismo tiempo que el Mallorca se despedía del fútbol profesional tras 36 temporadas, el conjunto albinegro se quedaba sin opciones de regresar a la que será la nueva morada bermellona la temporada que viene. Corría el minuto 96, en Tafalla, cuando la Peña Sport anotaba el 2 a 0 definitivo y condenaba al Castellón a su séptima temporada consecutiva en Tercera División. “No sé qué duele más. Es difícil cuantificar el dolor. En el fondo es más o menos lo mismo un descenso que un no-ascenso que era obligatorio. Si algo he aprendido últimamente en el fútbol es a pensar en el largo plazo. En un momento dado decidí que quería que mi vida fuera esta siempre, con independencia de la contingencia. Igual es una tontería, pero saber que en 2030 ó 2040 o hasta donde llegue, estaré en el mismo sitio pase lo que pase, me hace tomarme las derrotas y los fracasos con filosofía. Pasarán cosas buenas, cosas malas y cosas regulares. Es la vida. Saber que en el primer partido de la siguiente temporada volveremos a estar ahí amortigua ese dolor. Sospecho que esta conclusión es un mecanismo de defensa que creó mi cerebro para relativizar, porque entramos en una espiral de dramita por semana que amenazaba con volverme loco”.

Drama justificado, en parte, por el recuerdo de las 11 temporadas que disputó el Castellón en Primera División; o la final de Copa perdida ante el Athletic de Bilbao; incluso por las 41 que militó en Segunda División. “Al Mallorca en Segunda B le va a pasar lo que al Castellón en Tercera: no hay derrota digna porque competimos en una categoría que consideramos impropia. Perder cabrea siempre, al menos a mí, pero es más asumible si te pasa en Primera o en una final de Copa que en un play-off de una categoría en la que no habías competido jamás, y de la que esperas (y necesitas) salir cuanto antes”.

Salir y dejar de caer, porque “he comprobado algo terrible. Uno nunca toca fondo. Ir a peor es siempre una posibilidad plausible”. Ballester encuentra luz entre tanto barro. “Si el club ayuda, se puede forjar un vínculo especial con el aficionado. Si el paso por el Infra es breve y tiene final feliz, puede salir reforzado al pensar que no abandonó a los suyos cuando más lo necesitaban. Desde el punto de vista periodístico, es más fácil tener acceso a los protagonistas para sacar buenos reportajes y cosas así”.

El Mallorca, con el único objetivo del ascenso, no se sentirá cómodo en el nuevo medio. “El Infrafútbol está guay si consideras propio ese ecosistema, si subir no es una necesidad imperiosa sino una ilusión despreocupada. Para el Mallorca será duro y va a pasar otra cosa: seréis el rival a batir. La primera vez que vayáis a jugar a cada pueblo será fiesta grande. Os irán a ver como si fuera un circo del siglo XIX, con gigantes y la mujer barbuda. ¡Oh, el viejo e hidalgo Real Mallorca, el auténtico! ¡Mirad cómo está, con lo que ha sido!”.

Directivas, jugadores y entrenadores. Todos pasan. El aficionado queda y sufre. ¿Qué pinta en todo esto? “Por desgracia, poco. El mundo del fútbol es el nuevo despotismo: todo para el hincha pero sin el hincha. El aficionado es poco más que un cliente en el fútbol de hoy en día”. Y a pesar de todo, resiste. El Castellón llegó a contar con más de 4.500 socios ya en Tercera División. “Este año, con el cambio de gestores y la entrada de Pablo Hernández y Ángel Dealbert, lo superará seguro, con diferencia. Aquí ha pasado algo que leí hace años a Axel Torres (@AxelTorres) y me parece fundamental. Uno puede ser de un equipo por una perspectiva de éxito, y me parece lícito. Eres del Madrid o del Barcelona, y perfecto. El Castellón no puede competir contra eso desde ese punto de vista de la victoria, ni siquiera con Valencia o Villarreal en la distancia corta. Pero sí puede competir desde un sentimiento de pertenencia. Es lo que espontáneamente surgió en Castalia. Un montón de chavales que nunca lo han visto en Primera pero que se identifican, que saben que el Castellón está en la mierda, pero es nuestra mierda. Que en la España de Messi o de Cristiano se ven representados quizá por Marenyà, un chico que rompe con sus representantes, que no quiere saber nada de ese mundo, que rechaza ofertas de categorías superiores porque quiere jugar, subir, crecer y arraigar en el Castellón. Para mí ese movimiento joven y sano es lo mejor que ha pasado desde el descenso administrativo de 2011, porque el Castellón había perdido su relato tradicional y creo que ha encontrado el mejor posible. El anterior presidente intentó cargárselo, pero espero que los actuales gestores sepan manejar la situación y ver el potencial que para el club supone haber encontrado un semillero así, un refugio social en el que cobijarse en el peor momento deportivo de su historia”.

El niño se convierte en adolescente primero, en hombre después y en pirata en última instancia. “También ocurre que al conocer muchas interioridades del negocio se va ensuciando la pureza con la que te acercas de chaval. Eso es algo que cuento en Infrafútbol, en el libro, ese desencanto me costó encajarlo en su momento. Y también pasa que no es lo mismo tener 20 años que 34. Cuesta apasionarte con algo como antes, ya sea un grupo de música, un escritor o un futbolista”.

Cuesta, es evidente. Las cicatrices ya no sanan como antes y el dolor, menos intenso en un primer momento, es más profundo y mucho más duradero. Pero hay certezas, dogmas, axiomas inamovibles. Que nos forjan y nos identifican al mismo tiempo. “Ser del Castellón es algo que no va a cambiar, aunque mi trabajo en un futuro pueda avanzar por otra parte. Sin planificarlo, ser del Castellón ha condicionado mi vida absolutamente: me quedé a vivir aquí por el Castellón, mis hijos nacieron aquí por el Castellón, mi trabajo es el que es por el Castellón, mis relaciones sociales orbitan en torno al Castellón. No es muy racional, pero a la vez es una suerte. Conlleva un desgaste emocional extra, pero para mí es más fácil analizar y entender qué pasa en un equipo, en una afición y en una ciudad que conozco profundamente”.

¿Regresa algún día la primavera? “Espero que sí. Y si no regresa, no se trata tanto de anhelar la meta sino de hacer llevadero el camino. La vida es esperar la primavera”. Palabra de orellut.