El atrezzo confundió a los de Sergi Barjuan. No había mejor escenario que Anduva y un anfitrión como el descendido Mirandés para el preestreno de lo que nos espera la temporada que viene. Los bermellones se pusieron el disfraz de bufón y bordaron la interpretación definitiva en su papel como equipo de Segunda División B. Un nuevo espectáculo impúdico, obsceno e irreverente, no apto para menores, que pone fin a una agonía demasiado larga y que hace saltar por los aires los cimientos sobre los que descansaba toda una generación de mallorquinistas.
Maikel Mesa y Guarrotxena hicieron saltar por los aires el guion diseñado para soñar con una salvación agónica. Poco más de media hora bastó para demostrar que el Mallorca no se va a sentir incómodo en la categoría de bronce del fútbol español. Sin intensidad, coraje ni amor propio, los bermellones pasearon sus miserias, una vez más, en un primer tiempo de chiste maquillado por el gol de Culio en el minuto 40.
La tragedia cobraba tintes de opereta de mal gusto por momentos. El Mallorca intentaba una jugada de estrategia a balón parado por primera vez en lo que va de temporada; Yuste le pasaba el balón a un Campabadal que todavía estaba retozando por los suelos después de que el trencilla aplicara una ley de la ventaja; incluso el portero local intentó echar una mano a los que ayer jugaban de blanco despejando el balón… ¡hacia su propia portería!
Pero la risa no hacía acto de presencia y los mallorquinistas desplazados sentían vergüenza ante lo patético de la situación. Humillados, contemplaron cómo el equipo lo intentó en una segunda parte en la que se intentaron taponar todas las heridas abiertas a lo largo de una temporada. El partido se convirtió en un correcalles. Continuaba el trágico vodevil. Sergi fue dinamitando, cambio a cambio, el inútil muro de contención que había diseñado para el partido en el que nunca un 2 en la quiniela por la salvación había sido tan innegociable.
Las ocasiones se sucedían, pero la falta de calidad de los dos contendientes era tan evidente que algunos remates a portería contraria adquirían forma de cesión al portero adversario. Lekic, que pasaba por allí, cazó un centro de Salomao y establecía el empate en el minuto 86. Tres minutos de añadido pusieron fin a un encuentro que acabó con la pelota en posesión del Mirandés.
Ningún descenso es fácil de digerir. Pero pocos serán tan dolorosos como el que ayer certificó el Mallorca en Anduva y que lo condena a lo desconocido para buena parte de su afición.