Moría el encuentro y con él una parte de nosotros. El olor del azufre se entremezclaba con el del cuerpo en descomposición y el llanto y el rechinar de dientes se instalaban en Son Moix. Nada había a lo que aferrarse y a la nada es a lo que se enfrentaba el mallorquinismo.
Incapaz de ser justo y satisfacer los deseos de la parroquia bermellona al mismo tiempo, el dios del fútbol optó por la tangente y bendijo al Mallorca con su misericordia en el último momento. Aceptó de buen grado la jaculatoria pronunciada por la zurda de Culio desde la esquina; conmovido por la fe de un grandullón como Ansotegi, le aupó sobre sus hombros en el segundo palo; clemente, ayudó a calzarse la bota derecha de Lago Júnior a los últimos 12.479 fieles devotos que le quedan en la Isla y les animó a empujar juntos el balón al fondo de las redes.
Gargantas rotas por la emoción y lágrimas asomando que intentan ser disimuladas. Abrazos a hermanos, hasta entonces desconocidos, unidos por dos colores y un sentimiento común. ¡Gloria y alabanza a él, sólo a él! Al balón, al gol, al fútbol. Arrogante y territorial, ha escogido a unos jugadores incapaces de ganar el partido que había que ganar para demostrar que nada de lo que ocurre sobre el tapete es ajeno a su voluntad. ¡Bendita la maldita temporada y el nefasto partido que nos hicieron disfrutar de manera salvaje de tan inesperado final!
Nuestro equipo, esa cruz voluntariamente escogida, que no cambiaríamos por ninguno en este mundo. “Supongo que si un hombre tuviera que expulsar todos sus pecados, siempre se guardaría uno para no estar a gusto. Son las últimas cosas de las que nos desprendemos”. Desconozco de quién es la cita. La tomé hace mucho tiempo y no tuve el acierto de apuntar el nombre de su autor. Pero refleja el actual sentimiento de cualquier aficionado bermellón. Porque es un sinsentido maravilloso reafirmarte en tu convicción después de ganar en el último suspiro, jugando mal y, aun así, seguir siendo el penúltimo en la clasificación.
La fe ya ha movilizado al mallorquinismo y sumado tres puntos imposibles. Ha cumplido su parte. Es el momento de creer sin vacilaciones, pero sobre todo, es el momento de trabajar a destajo. El equipo ha comprobado que los milagros existen. Frente al Elche metió el dedo en sus manos y la mano en su costado. “Una y no más”, recibió la pertinente reprimenda. Ahora toca desprenderse de cualquier complejo inútil y empezar a ganar partidos por méritos propios. Así, sólo así, y sin garantizar el éxito de la empresa, estará un poco más cerca la salvación.
* Columna de opinión publicada en El Mundo – El día de Baleares el 8 de Mayo de 2017.
Amen. Efectivamente, hay que seguir creyendo si queremos salvarnos…..
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