
Un sábado y a la una del mediodía. Era evidente. No podía acabar bien. Empecé confundido, como no podía ser de otra manera. Nada más sentarme en el bar tuve que enfrentarme a la mirada inquisitiva del camarero. ¿Qué diantres me tomo yo ahora? Opté por la opción más conservadora. Somos el Mallorca. Café con leche para empezar. Todavía tomaba asiento y me deshacía de otros parroquianos más atrevidos, y con mucho más rodaje, cuando Angeliño estampaba la pelota contra el exterior de la red de la portería defendida por Becerra. El Mallorca apretaba arriba y, sin crear demasiado peligro, tampoco sufría atrás. Y, me perdonarán, pero eso ya es mucho en una temporada como la que nos ha tocado padecer.
Sigue leyendo →