¡Qué ganas tenía de escribir esta crónica! Semanas llevaba reservándome el titular y, por fin, lo he podido utilizar. Que no nos engañen los signos de exclamación. La cosa sigue estando muy, pero que muy difícil, pero qué bien sienta ganar después de tanto tiempo. Aún así, prefiero hablar en voz baja, entre susurros. Si me lo permitís, casi en confidencia de amigo. Nada hay de lo que enorgullecerse, sólo faltaría. Muchos, demasiados, son los golpes que ya nos hemos llevado. Basta echar una mirada a la clasificación para darse cuenta de que todavía es demasiado pronto para encender los cohetes. Pero, tal y como nos recuerda la película, Amanece, que no es poco. A falta de seis jornadas, el Mallorca sigue vivo.

Basta ya de fijarse en el error del contrario. Eso llegará, seguro. Los nervios son los mismos para todos y la sombra de la Segunda División B asusta al más valiente de los mortales. Ganemos partidos. Sumemos de tres en tres. Sin depender de nosotros mismos, depende de nosotros empantanar a cuántos más equipos posibles mejor. Sembrar la duda, el miedo a perder. Ese miedo que paraliza las piernas, detiene al cerebro y se convierte en la senda más corta hacia la derrota.

Reconozco que al conocer la alineación del Mallorca salté de alegría. Ver a Álex Vallejo en el once inicial es uno de los pocos motivos de felicidad de los que goza el mallorquinismo. El vitoriano, lo he repetido por activa y por pasiva, es la piedra angular que desecharon los arquitectos. La hipotética salvación del Mallorca pasa por las botas y el saber hacer del centrocampista vasco. Vallejo ha desenmascarado, ya era hora, a Juan Domínguez y maneja con solvencia la sala de máquinas.

De igual manera no me cuesta reconocer que sentí pánico al ver la disposición del equipo sobre el césped del Sánchez Pizjuán. Brandon, abandonado en punta. Otra vez. No me lo podía creer. Volvíamos a mandar al de Santanyí a la guerra con una escoba. Todavía me hacía cruces, Valium en mano, cuando, a pesar de fallar su primera ocasión, Moutinho decidía convertirse en amo y señor del encuentro. Y es que, acierto o casualidad, la ubicación del suizo por detrás del 11 fue determinante para el devenir del encuentro. Recuperado para la causa por Olaizola, al César lo que es del César, el diestro va tan sobrado para la categoría como reticente se mostraba al sacrificio a principios de temporada.

Prudencia. Seguimos en la brecha. Y eso es mucho más de lo que muchos, me incluyo, soñábamos tras el empate frente al Córdoba. Hagamos nuestras aquellas palabras del Señor Lobo dirigidas al personaje de John Travolta en Pulp Fiction y aguantemos hasta final de temporada.

* Artículo publicado en Fútbol desde Mallorca el 2 de Mayo de 2017.