Que nadie espere un fútbol de salón de aquí a final de temporada. Si el equipo ha sido incapaz de practicarlo hasta la fecha, mucho menos ahora cuando la ansiedad y los nervios se han convertido en pesados fardos de equipaje. El único saloon que se verá a partir de ahora será el del Salvaje Oeste americano, donde el malo y el feo le suelen ganar la partida al más bueno.
El partido frente al Levante evidenció una vez más las carencias que vienen lastrando a los bermellones desde que arrancó el campeonato: el equipo sufre lagunas en defensa que le cuestan goles, no dispone de un jugador con la clarividencia suficiente para generar fútbol y falta, mucho, acierto de cara a la portería contraria. La clasificación no engaña y el equipo está donde está por (de)méritos propios.
Tras una primera parte gris en la que Santamaría evitó que el partido llegara sentenciado al tiempo de descanso, el equipo dio señales de vida en una segunda parte marcada por la expulsión de Róber. Fue ante un líder en inferioridad numérica durante casi media hora, sí, pero volvió a quedar demostrado que si los de Olaizola quieren sacar algo positivo de los once partidos que les faltan por disputar, deberán siempre correr más que sus oponentes. Porque las limitaciones existen y son obvias, y aunque también están presentes en sus rivales, en el caso de los bermellones se han convertido en una losa tan pesada que desnivelan la balanza antes de empezar el partido. Sólo el exceso de intensidad y perseverancia ciega, bordeando la locura, permitirán al Mallorca coronar con éxito este agotador Tourmalet en el que se ha convertido la lucha por la permanencia.
Desesperante es la cantidad de ocasiones de gol desperdiciadas por un equipo peleado con los tres puntos desde la victoria frente al Rayo Vallecano (2-1) hace ya seis jornadas. Olaizola reconoció la semana pasada que el acierto de cara a la portería rival, por suerte o por desgracia, no se puede imponer. Pero habrá que seguir entrenándolo, y mucho, porque no sólo de intensidad y lucha vive el fútbol, sino de todo gol conseguido por sus delanteros.
Los tres puntos en Alcorcón deben convertirse ahora en la única obsesión del mallorquinismo. Será el viernes a partir de las 20:00 horas, en un horario tan atípico para el fútbol como ver ganar al Mallorca a domicilio. El partido en Santo Domingo debe suponer un nuevo nudo en la trama de este agobiante thriller. En la situación actual, al Mallorca le interesa retrasar el clímax y evitar cualquier resultado que pueda precipitar el desenlace.
*Artículo publicado en Fútbol desde Mallorca el 28 de Abril de 2017.