Grande tiene que ser el pecado cometido por el mallorquinismo que justifique tamaña penitencia. Exhausto, cerca del hastío, el aficionado bermellón recibió una nueva bofetada en la mejilla, esa que ya ha ofrecido en más de una ocasión. Sin fuerzas para silbar, ni motivos para aplaudir, el mallorquinista purga en silencio sus faltas y remueve entre los resultados de terceros para encontrar alguna migaja que alimente una esperanza al borde de la inanición.

El fútbol no es justo ni es poético. El fútbol es cruel hasta la vileza. Y así, entre carcajadas y regocijándose de su propia maldad, envió sobre el césped de Son Moix al suplente del descarte del Mallorca para humillar a una defensa con tres centrales y dejar a los locales mareados por el intenso olor del azufre.

Los de Olaizola, a pesar de las mil y una refriegas a cara o cruz en las que ya han participado, siguen siendo unas almas cándidas y de buen corazón. Con los mejores deseos cabeceó Brandon a bocajarro desde el punto de penalti, pero la realidad se impuso de nuevo y colocó mansamente la pelota en las manos de Roberto. Lago, quien acabó jugando de lateral, lo intentó desde la frontal, pero su chut, desviado por un defensor, se estrelló contra el travesaño. Por no hablar ya de Juan Domínguez, quien en su enésima demostración de inoperancia ofensiva total, lanzó a la izquierda de la portería un balón franco que se encontró dentro del área rival. Falta picardía, falta mala leche y, sobre todo, falta acierto, mucho acierto. Tres elementos imprescindibles para evitar un infierno embaldosado de buenas intenciones.

Seguramente harto de su mansedumbre, Olaizola sustituyó a Juan Domínguez en el descanso y dio entrada a Lekic. La línea de cinco atrás desapareció y Yuste se incrustó en el centro del campo. Con más corazón que cabeza, el Mallorca consiguió llegar al área rival por las bandas y forzar algún saque de esquina. El Lugo se defendía bien y salía con peligro a la contra. Raíllo, en dos ocasiones, se lanzó al suelo de manera providencial para evitar el definitivo tanto gallego. Pol entraba por Sasa (¿por qué no juega nunca Álex Vallejo?) y Dalmau sustituía al lesionado Juanjo Nieto. El partido moría y los primeros incrédulos abandonaban Son Moix. Pero Culio sacó en corto un córner en el minuto 86, Pol colgaba con la derecha y Lekic ponía de cabeza el empate en el marcador. Un minuto después, la madera repelía el disparo de Dalmau y dejaba inconclusa la remontada.

El empate mantiene al Mallorca en el purgatorio, pero el juicio final asoma y se acerca lenta e inexorablemente. Conviene que nos pille confesados.

*Columna de opinión publicada en El Mundo – El día de Baleares el 12 de Marzo de 2017.