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Puede que la pólvora corra por mis venas y mi sangre valenciana aflore por estas fechas tan próximas a San José. Pero el Mallorca me recuerda a ese petardo que nunca llega a explotar. Por H o por B, la magia del momento se acaba tan pronto como desaparece la mecha. El alquitrán se consume, la chispa recorre el camino adecuado, pero la explosión, ese efímero y estruendoso final, nunca llega a producirse. Femella. Ha sortit femella.

Así es el Mallorca de los últimos tiempos. No importa el momento; no importa el escenario; ni tan siquiera la necesidad imperiosa que asfixia al equipo. La esperanza asume un tiempo pretérito y el drama se hace presente. Olaizola se devana los sesos, modifica el dibujo y cambia los cromos. Pero los resultados continúan sin llegar y los nervios del mallorquinista pocas incógnitas más son capaces de despejar. En un partido de cuatro puntos el equipo se volvió con tan solo uno en el zurrón. ¿Será suficiente? Cada vez quedan menos jornadas y el resultado de esta insana ecuación está a punto de quedar al descubierto.

El Mallorca salió con cinco atrás y no expuso tanto desde el principio. Es lo que tiene jugar con fuego, que no siempre puedes hacer lo que deseas. El equipo salió a verlas venir y se dio cuenta de que poco o nada tenía que envidiar a su rival. Agazapado, pero con un ojo avizor, los de Olaizola esperaron su momento y Raíllo sacó el aguijón en el momento oportuno. El ex de la Ponferradina lo llevaba buscando desde el inicio de temporada y por fin en La Condomina llegó su momento. Infinitos son los saques de esquina que ha tocado desde su estreno frente al Reus, pero el de ayer parecía ser el testarazo definitivo que catapultaba al equipo fuera del descenso y lo ponía por encima de su rival en la clasificación.

El inicio de la segunda parte dejaba al descubierto las carencias de los dos bandos. Los locales iniciaron sus prospecciones en terreno baldío. Sin capacidad de crear peligro en la elaboración y con más corazón que cabeza, una retahíla de córners estériles fueron su única recompensa. El Mallorca se defendía como gato panza arriba y aguantaba la embestida, pero se olvidó de salir a la contra y recordar a su rival que un segundo tanto hubiera sido definitivo. Ni unos ni otros hicieron méritos suficientes para modificar el marcador.

Pero Prieto Iglesias se encargó de modificar lo inamovible y decretó un penalti inexistente de Company sobre Natalio. Jona lanzó a la derecha, Cabrero se venció a la izquierda y el Mallorca queda a la deriva de una cada vez más agónica salvación.

*Artículo publicado en El Mundo – El día de Baleares el 6 de Marzo de 2017.