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Corriendo más que el rival y haciéndolo hasta que el cuerpo diga basta. Así se ganan los partidos en esta categoría. Y son ellos, los jugadores, los únicos que saben hasta dónde pueden llegar. Sólo ellos conocen las coordenadas de sus límites y si están dispuestos a explorar nuevos territorios. Ese último esfuerzo, el que más cuesta, el más satisfactorio. Correr en ambas direcciones, en ayuda de un compañero, a por un balón que parecía imposible. Correr hasta que no te puedas tener en pie. Honestidad y sacrificio. Sacrificio y honestidad. Porque hay que ser honesto para no reservarte nada. Y sacrificado, también, para pedir el cambio. Porque ya no puedes más. Pero la máquina no puede dejar de funcionar. Bailan los pistones, arriba y abajo, arriba y abajo. El camino se empina y no pueden bajar las revoluciones. El banquillo es, entonces, el mejor combustible.

Los primeros 35 minutos del partido ante el Rayo son la mejor muestra de ello. Juan Domínguez y Sasa se mostraron insuperables en el centro del campo. Ahogando al rival, sin dejar pensar a los vallecanos. Rápidos, anticipándose. Robando y distribuyendo. Mención especial merecen también Moutinho y Culio. El portugués ha sufrido una metamorfosis desde la llegada de Olaizola y la grada se lo recompensó al ser sustituido. Ambos se mostraron infatigables en defensa, ayudando en la presión y corriendo hacia atrás cuando Campabadal y Angeliño les necesitaban. El argentino cuajó una gran primera parte, pero debemos empezar a aceptar que su cuerpo no aguanta jugando al límite mucho más de 45 minutos. Lago Junior y Brandon también se mostraron incansables. El marfileño y el mallorquín son dos atletas de primer nivel y fueron los encargados de iniciar la presión, incluso cuando el Rayo sacaba de banda en campo propio.

El cansancio también juega. Hay que saber respirar, recuperar el aliento. Y para eso está el descanso. La arenga del entrenador y los ánimos de los propios compañeros son ese extra que, en muchas ocasiones, requiere más el cerebro que el corazón. En esos quince minutos también se ganan, o pierden, muchos partidos.

Puede que no sea la más bonita del mundo, pero pocas competiciones son tan emocionantes como la Segunda División española. No existen las diferencias. La igualdad entre todos los contendientes es espectacular. Honestidad y sacrificio. Sacrificio y honestidad. Pónganlo ustedes en el orden que deseen. Tanto monta, monta tanto. La generosidad y el esfuerzo de los jugadores son el único hecho diferencial que moldeará la clasificación al final de la temporada. Aspectos intangibles que tan bien conoce la grada y tanto echaba de menos. Y en eso tenemos una ventaja, pues Olaizola está de nuestro lado.

*Artículo publicado en Fútbol desde Mallorca el 13 de Febrero de 2017.