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Al raso. Ahí es donde se encuentra el Mallorca. La clasificación no engaña a nadie y los números están ahí. En descenso, con el saldo de goles en negativo y con tan solo cinco victorias en lo que llevamos de temporada. La nula capacidad para encadenar dos triunfos consecutivos ha dejado al equipo a las puertas del Infierno y a la afición al borde de un ataque de nervios. Estamos en el mismo punto donde nos dejó la derrota en Soria, pero sin mercado invernal de por medio y con cinco jornadas menos por delante. Incluso para los más optimistas, sólo quedan dos opciones: ver el vaso medio vacío o vacío del todo.

Y yo aún me aferro a la primera opción. Porque queda mucho por jugar. O lo que es lo mismo, queda mucho por sufrir. Pero el Mallorca ha vuelto a competir y en este inicio de 2017 se ha enfrentado a alguno de los equipos mejor clasificados (Getafe, Reus, Cádiz u Oviedo). Los resultados no han sido los esperados, pero esa mejoría en el juego y en la actitud son el único clavo ardiendo al que puede aferrarse el aficionado bermellón.

Poco, o nada, se puede hacer ya desde los despachos. La pelota está donde tiene que estar, sobre el césped. Y son los jugadores y el propio Olaizola los únicos que pueden sacar esto adelante. A partir de ahora, la serenidad y la fortaleza mental van a ser tan importantes como la técnica y la táctica. El miedo nos permitirá descubrir de qué pasta está hecho cada uno y cuál será su respuesta ante la presión que genera jugarse la vida en cada jugada.

Aunque complicado, no hay nada perdido. Ni mucho menos. Quedan todavía enfrentamientos directos ante equipos en zona de peligro y muchos de ellos son en casa. El Mirandés ya hincó la rodilla en Son Moix, y lo mismo deben hacer Nàstic, Almería, Córdoba y Rayo Vallecano, este último el próximo domingo.

Esto es lo que hay y con esto vamos a llegar al final del trayecto. Olaizola debe ser atrevido y abandonar la versión más Vazquiana que mostró en la segunda parte del Carlos Tartiere. Está  comprobado. No hay necesidad de seguir intentándolo. La racanería en el fútbol, se paga. Y si hay que morir, que sea matando. Intentándolo hasta el final y con el objetivo de los tres puntos en cada partido. El Vasco es de sangre caliente y seguro que volverá a sus planteamientos más atrevidos. Tiene que hacerlo. Capitán en la época más gloriosa del club, ahora será el técnico que alcance una salvación agónica o certifique el hundimiento de la entidad. Sea cual sea el desenlace, lo haremos en buena compañía.

*Artículo publicado en Fútbol desde Mallorca el 9 de Febrero de 2017.