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Se presentaba Asturias como la tierra idónea para emular a don Pelayo y arrancar la Reconquista. Los tres puntos eran innegociables para salir de la zona caliente de la clasificación, cada vez más al rojo vivo, y trasladar la presión a otros rivales. La derrota duele, y mucho, porque el equipo juega al límite de sus posibilidades y ni tan siquiera así llegan los resultados.

En una primera parte más que digna, el Mallorca se sobrepuso al buen gol de Toché en los albores del partido. Juanjo perdió un balón sin nadie que le cubriera la espalda y lo aprovechó el Oviedo para construir una autopista con destino a las redes de Cabrero. Lejos de venirse abajo, Sasa y Domínguez empezaron a recuperar balones y el martillo pilón entró en funcionamiento. Pum, pum, pum. Regular, rítmico, acompasado, los bermellones recuperaban y atacaban. No fue brillante, pero bastó para encerrar a los locales y conseguir el merecido empate de Raíllo al borde del descanso.

Amanecía la segunda parte con la victoria como único objetivo. El equipo se mostraba aguerrido en defensa y Lago, muy activo, fabricó una gran jugada por la derecha a la que no correspondió Brandon y que acabó desbaratando Juan Carlos. A ratos llovía. A ratos salía el sol. El terreno de juego estaba blando y cargaba las piernas de los futbolistas. En un partido tan exigente necesitas las fuerzas necesarias para que las piernas obedezcan a tu cerebro. Olaizola se equivocó al postergar sus cambios. Lo hizo después de que Hierro hubiera movido el banquillo en dos ocasiones y David Costas rematara, totalmente solo en la frontal del área pequeña, un córner para adelantar de nuevo a los carbayones. Demasiadas facilidades. No puedes confundir las puertas del Infierno con las de un colegio y ponerte a repartir caramelos.

Fueron necesarios más de 700 años para culminar con éxito el levantamiento iniciado en Covadonga. Don Pelayo hacía tiempo que descansaba bajo tierra y fueron los Reyes Católicos, en 1492, quienes reconquistaron por la fuerza el último reducto árabe de la Península, el reino nazarí de Granada. El Mallorca no dispone de ese tiempo, gracias a Dios. Sería insano para la afición y no hay pecado tan grave que merezca tamaña penitencia. Exactamente son 18 las jornadas que faltan para que expire el campeonato. Partidos más que suficientes para atar la salvación, esperemos que no tan agónica como de costumbre. Pero lo cierto es que, o los de Olaizola empiezan a recuperar el terreno perdido cuanto antes, o nos encontraremos todos en junio imitando al bueno de Boabdil; llorando como mujeres por haber perdido lo que no supimos defender como hombres.

*Columna de opinión publicada en El Mundo – El día de Baleares el 6 de Febrero de 2017.