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Olaizola debe mantenerse firme en el fútbol que ha escogido. Ni los resultados ni la precaria clasificación del equipo deben hacerle abdicar de su idea. Porque su planteamiento no es una opción o una alternativa más; es la única respuesta válida para revertir la situación. Porque para ganar, hay que intentar ganar. Y eso es lo que hace el Mallorca desde que arrancó el 2017. No ganó en Getafe por un error arbitral; frente al Reus los fallos individuales marcaron el partido; y ante el Cádiz se topó con un rival fuerte que tampoco le pudo doblegar. Pero en todos los encuentros ha tenido opciones, reales, de conseguir los tres puntos. Los resultados llegarán, tienen que llegar.

El Vasco debe confiar en sí mismo y ser un ejemplo para sus pupilos. No puede mostrar debilidad ni dar un solo paso atrás. La presión, la crítica destructiva y la ansiedad acechan. Huelen sangre y se relamen los labios. No pudo con ellas Fernando Vázquez, quien, cuando más cerca estaba de empezar a sumar de tres en tres, renegó de su libro de estilo e intentó atajar la senda hacia la victoria. El triunfo en Córdoba dictó su sentencia de muerte. El Mallorca hipotecó desde entonces la primera vuelta y ahora toca pagar la deuda con intereses. Ya sabemos a dónde conducen la tacañería, el miedo y la falta de atrevimiento. No cometamos el mismo error, otra vez no. Aceptemos, de una vez por todas, que si bien salir a por la victoria no garantiza los tres puntos, es un requisito indispensable para conseguirlos.

Hay tantos motivos para la depresión como para la esperanza. Y prefiero aferrarme a estos últimos. El Mallorca encadena cuatro partidos sin conocer la derrota y, en ninguno de ellos, ha ido por detrás en el marcador. La vuelta de Álex Vallejo se ha convertido en el mejor fichaje invernal y su papel puede resultar determinante. El vitoriano es valiente como pocos. Se ofrece y se vuelve a ofrecer. Nunca se esconde. Va al choque y no le quema el balón en los pies. Tiene criterio y se arriesga, porque sabe y además se atreve. Busca ese pase diferente, con muy mala intención.

Negar la complejidad de la empresa sería deshonesto. La clasificación aprieta y el calendario es exigente. Nadie da su brazo a torcer y en el horizonte ya asoman el Oviedo, el Rayo Vallecano y el Girona. Toca trabajar el doble y recuperar el terreno perdido. Tener paciencia, una vez más, y seguir acumulando méritos para cosechar victorias. Sin desfallecer. Y confiar en Olaizola, el entrenador que ha conseguido hacer correr a Moutinho de la manera en que lo hizo contra el Cádiz.