Las derrotas cada vez duelen menos. Las críticas y los pitos se han convertido en la banda sonora que nos conduce hacia lo inevitable. Ese destino que se acerca y nos engulle. Que arrasa con todo lo que encuentra a su paso y hace mella en la afición. Una afición humillada, maltratada y traicionada hasta límites obscenos. Sin héroes a los que aferrarse, cada vez más distante de su equipo. Y no es la derrota la causante de este divorcio. Lo son el ridículo, la bufonada constante, la opereta de mal gusto que, durante casi ya un lustro, se viene interpretando desde el club. Porque todo tiene un límite. Porque a base de golpes, hasta el hierro se quebranta.

El sufrido aficionado bermellón se ha convertido en un auténtico sumiller de fracasos y decepciones. Su dilatada y tormentosa experiencia ha deformado su paladar y las heces del cáliz son el único caldo que le está permitido catar. Y uno empieza a estar extenuado. Porque, optimista de natural, cada vez me cuesta más escribir sobre el Mallorca con un cierto halo de ilusión y esperanza. Porque no quiero hablar más de Maheta, ni de Sarver, ni de Recio… Quiero escribir esa crónica prohibida, postergada sine die. Una crónica que nos despierte de esta pesadilla, cuyos hechos nos vuelvan a erizar los pelos y nos hagan sentir algún tipo de emoción.

Y, sin embargo, aquí estamos. Leyendo, escribiendo, sufriendo. Porque nadie nos obligó a hacernos del Mallorca. Porque cometimos el error de convertir lo que debería ser un mero divertimento en una forma de vida. Porque sin llegar a ser abuelo, ya soy padre. Y he visto al Badajoz, al Écija y al Marbella desfilar por el Lluís Sitjar. Y a Kike Burgos, a Stosic, a Milojevic, a Kientz, a David Castedo e incluso a Baba Sule. Porque la Segunda División puede ser maravillosa.

Porque no estoy a la altura. Porque me enorgullezco cuando mi hijo de dos años ya señala nuestro escudo y se acerca a él para besarlo. Irresponsable, fomento en él un cariño que no deja de doler. Porque el Mallorca no es más que otro equipo de fútbol, con todas sus imperfecciones y miserias, pero es nuestro. Y será el suyo.

*Artículo publicado en Fútbol desde Mallorca el 20 de Diciembre de 2016.