Y con esto tendrá que sacarlo adelante el Mallorca. Y lo hará. Porque la plantilla bermellona, pese a no desfallecer en su empeño por demostrar lo contrario, no es inferior a nadie en esta categoría. Olaizola tiene trabajo, y mucho, pero dispone de recursos suficientes como para presentar batalla en cualquier partido y salir airoso en alguno de ellos.
El primer paso para volver a la senda de la victoria será taponar los boquetes que provocan las faltas de concentración en la defensa balear. Si ante el Sevilla Atlético fue un despiste en un saque de banda, en los Juegos del Mediterráneo la zaga no supo reaccionar a una falta botada rápidamente por el Almería. Oriol, más preocupado en retar al contrario que había dejado en el suelo, dejó la puerta abierta para que Antonio Puertas batiera de un gran zurdazo a Cabrero y obligara al Mallorca a ir contracorriente. Lástima, porque los visitantes habían salido bien, alejados de sus recientes complejos a domicilio que les condenaban antes de iniciarse tan siquiera el encuentro.
Olaizola dio la oportunidad a Dalmau y a Pol Roigé, pero sólo el primero se reivindicó con su actuación sobre el terreno de juego. Sin llegar al 1´93 de Lekic, el mallorquín se defiende bien por alto y aporta más velocidad y juego asociativo que el serbio. Su sociedad con Brandon puede ser muy beneficiosa para el equipo, pero debe ser algo más egoísta en el área, chutar más y convertir la portería contraria en su única obsesión. Pol, por su parte, deja destellos de clase y calidad, pero su inconstancia puede relegarle, con toda justicia, a la figura de revulsivo. Hay superpoblación en la zona de ataque y las oportunidades escasean. Va camino de convertirse en ese amigo simpático, pero que nunca liga. Le toca dar un paso al frente.
El Mallorca lo intentó hasta el final, incluso tras el segundo gol de Fidel desde el punto de penalti tras unas manos de Company. El lateral no está atravesando su mejor momento, pero su compromiso y entrega merecen siempre una nueva oportunidad. Olaizola sacó todo lo que tenía en el banquillo (Lekic, Salomao y Óscar Díaz), pero el gol del espigado delantero llegó a tan solo seis minutos del final y ya no hubo tiempo para empatar el partido. El Vasco ya ha tocado lo que tiene. Tres entrenos y un partido le han bastado para calibrar la magnitud de la empresa a la que se enfrenta, tan bonita como exigente. A trabajar tocan.