Sirvan estas líneas para rendir homenaje a todos y cada uno de los fallecidos en el accidente aéreo que estos días ha dejado huérfana de fútbol a la humilde ciudad brasileña de Chapecó. Una vez superado el luto y el dolor, y dando por sentado que una sola vida humana vale más que la supervivencia de mil clubes de fútbol, depende ahora de nosotros dotar de sentido a la tragedia de Medellín para evitar que la pérdida de la práctica totalidad de un equipo de fútbol haya sido en vano.

Mallorquinistas desde el día de nuestro nacimiento, algunos aseguran que incluso ya en el vientre materno, hemos heredado de nuestros mayores el cariño y la pasión por unos colores ya centenarios. Con innumerables decepciones a cuestas y alguna que otra gesta memorable, siempre hemos mostrado orgullosos un escudo que ha reposado sobre el pecho de algunos astros del balón y de una gran cantidad de gregarios del fútbol.  El club ha sobrevivido a oscuros períodos en los despachos y a largas travesías por el desierto de las categorías inferiores. Siempre ahí, nos resultaría del todo punto imposible imaginarnos una vida sin nuestro Mallorqueta.

Es de justicia, es nuestro deber, animar a nuestro equipo como no lo pueden hacer ahora los seguidores del Chapecoense. Un club que con tiempo, el que haga falta, volverá a resurgir de sus cenizas. Porque el fútbol no son 22 hombres corriendo detrás de una pelota. El fútbol es mucho más que eso. Es un sentimiento irracional, tan grande como los océanos, una fábrica de ilusiones que nos mantiene con vida. Es una escuela de valores, un nexo de unión en familias y comunidades, un sentimiento de pertenencia que no entiende de fronteras.

Tragedias como la acaecida recientemente debe hacernos sentir afortunados. A pesar de estar en Segunda, sí. Debe impulsarnos a subir a Son Moix con ánimo decidido, más prestos al aplauso que al silbido. Debemos arropar a unos jugadores y a un técnico que, nos gusten más o menos y hasta el día que abandonen el club, son los nuestros. Pero la crítica es también necesaria. Constructiva, con argumentos y sin caer en personalismos, nos aleja del conformismo y la autosuficiencia. Debe estar abierta a opiniones opuestas, generar diálogo y tener en cuenta que siempre, así lo quiero creer, está hecha desde el cariño y con el bien del club fijado como objetivo último.

Se lo debemos. A ellos, a todas las víctimas del accidente. Al Chapecoense, a su afición, a la ciudad de Chapecó entera. Evitemos que su muerte haya sido en vano. Alimentemos nuestra pasión por este deporte, por nuestro equipo. Vivamos con intensidad cada partido, como si fuera el último. Como si no hubiera un mañana.

*Artículo publicado en Fútbol desde Mallorca el 30 de Noviembre de 2016.