De tanto mirar arriba y abajo en la tabla nos va a pegar una tortícolis de padre y muy señor mío. Si eso no fuera suficiente, los bruscos cambios en nuestro estado de ánimo derivados del vaivén clasificatorio pueden degenerar en trastornos severos en nuestro sistema nervioso. El Mallorca ni era tan malo antes del partido frente al Córdoba ni es tan bueno a día de hoy. Para afrontar un campeonato tan largo como el de la Segunda División, con 42 jornadas de por medio y un posible playoff de regalo, lo mejor que pueden ir haciendo es pedir hora para su médico de cabecera, acercarse a su centro de salud e inyectarse una buena dosis de cholismo. Falta nos va a hacer.
Algunos, los más optimistas, ya andan haciendo cábalas. Si se gana al Sevilla Atlético y después se puntúa en Elche, se podrían recortar puntos al Levante. Otros, viven atormentados porque consideran que si se hubiera conseguido un mayor botín frente a Nàstic y Zaragoza sería el Mallorca el que ahora mismo marcaría la zona de ascenso directo. El cariño que sienten por su equipo, por esos colores y ese escudo, es el culpable de la zozobra permanente de unos y otros. Una zozobra que les impide disfrutar o padecer el presente con cierta tranquilidad.
El partido semanal como fin en sí mismo. Esa es la clave. Hay que desterrar ese vicio, ese acto reflejo, de acudir a la clasificación después de cada pitido final. No se trata más que de un acto de soberbia o de penitencia, según se haya dado el resultado, cuyo fin último es la autocomplacencia. Una autocomplacencia que transportará al aficionado bermellón a una euforia desmedida sin fundamento o le hundirá en la más profunda de las depresiones sin motivo.
Si estuviéramos hablando de un campeonato al uso, éste sería un buen momento para sacar las primeras conclusiones. Pero la Segunda División es ese torneo donde el colista lleva un empate y dos victorias consecutivas en las tres últimas jornadas. Ahora se trata de ir partido a partido, con la intención de acumular el máximo número de puntos posibles que permitan al Mallorca seguir en la pomada, no perder comba. Y serán esos puntos de hoy los que marcarán el objetivo real del equipo mañana. Un objetivo que no quedará al descubierto hasta el atardecer del campeonato, en los últimos diez partidos de liga donde, según Luis Aragonés, profeta del cholismo, se deciden los campeonatos.
*Artículo publicado en Fútbol desde Mallorca el 16 de Noviembre de 2016.