Fernando Vázquez, allá por el mes de agosto, proclamó a los cuatro vientos que el club iba a pelear por el ascenso desde la primera jornada. Muchos oyeron lo que deseaban oír y se agarraron con fuerza a las palabras del gallego. Crearon su asidero personal y se aferraron a su clavo ardiendo. Transcurridas ocho jornadas, la clasificación ha hecho añicos esa certeza y los ha sumido en el desengaño y la desilusión. Ahora piden el libro de reclamaciones.

Todos, en nuestra vida diaria, buscamos certezas a las que agarrarnos. El hallazgo de estos axiomas nos proporciona la estabilidad necesaria para afrontar el día a día y nos da cobijo cuando nuestra existencia nos zarandea de tal manera que hasta los cimientos parecen resquebrajarse. Pero cuando hablamos de fútbol, y más aún cuando lo hacemos del Mallorca, esta búsqueda resulta del todo infructuosa.

La temporada pasada, durante nuestras retransmisiones en Radio Balear con Javier Olona y Jordi Borrell, este último me dio una lección que me ha evitado caer en el desasosiego esta temporada, al menos hasta el momento. «Hasta la jornada 10/12 no sabremos a lo que aspira el Mallorca», repetía Borrell una y otra vez, partido tras partido, obviando el ‘I tu, puges?’, de Classen y el Chapi Ferrer.

El sainete de mal gusto protagonizado por el club en las últimas temporadas debería habernos servido a todos para desarrollar la virtud de la prudencia. Tener la paciencia de aguantar doce partidos antes de sacar nuestras propias conclusiones nos evitaría grandes sufrimientos, si el equipo va mal, o quedar como auténticos cenizos, si los resultados son favorables.

Esa prudencia, que bien conocía Jordi Borrell, nos hace más sabios. Nos hace comprender que más allá de los nombres que compongan una plantilla, del límite salarial del que disponga un club o de la masa de aficionados que pueblen la grada de un estadio, la única verdad que rige el fútbol es el balón. Entender esto y aguantar esos doce partidos son las claves para conocer los objetivos reales del equipo y poder así prepararse en consecuencia.